PERGARA
Conocí ese término el pasado verano. Me lo enseñaron unos amigos que nos acogieron a mi mujer y a mí en nuestras vacaciones como si de parte de su familia nos tratáramos. El término, pergara, se aplica cariñosamente en Cazalla de la Sierra a aquellas personas, niños o mayores, a las que les gusta mucho la calle, salir y entrar, no estar quietos.
Lo cierto es que en las vacaciones del pasado verano aprendí muchas más cosas. Aprendí lo que son las ganas de vivir de una niña; aprendí a ver a mi amigo en su faceta blanda de padre, porque su hija hace con él casi lo que quiere; aprendí los recelos de una madre ante una respiración más fuerte que otra de su hija en cualquier madrugada del año; aprendí cómo toda la vida de dos adultos giraba alrededor del corazón de una niña.
Han pasado ya unos meses de aquello y ha llegado el momento de la verdad. Todo va bien en el instante que escribo estas líneas, quizás demasiado crípticas para cualquiera que las lea. No me importa que, en uno sólo de sus artículos, este blog sólo se dirija a una familia. No se lo debo pero sí se lo merecen. Y además me apetece hacerlo.
No sé por qué pero presiento que todo va a ir mejor, poco a poco, con las cuitas propias de estas cosas de los galenos. Es necesario que así sea. Como dice el refranero “sin pausa pero sin prisa”. El tiempo es lo único que en este instante le sobra a esta niña. Va a tener toda una vida por delante, una vida que también se me antoja intensa y esto no lo dudo, llena de la alegría de sus padres, de sus amigos y de su familia.
Una vida que transcurrirá a caballo desde el Aljarafe hasta la Sierra Norte de Sevilla. Creciendo al amparo del azofaifo, testigo mudo del patio de la casona de sus abuelos maternos. Y por qué no, creciendo también con cardenales en las rodillas cuando se tire en bicicleta por la empinada calle de la casa de sus abuelos paternos. Eso son cosas de chiquillos que tienen que pasar así. Le quedan, insisto, muchos desayunos en el “guarrito”, así como muchas huevas con mahonesa en los Melli, devociones a la Virgen del Monte y que aprenda, todavía no, sino con los años, que El Clavel es algo más que una flor y cómo el jazz suena de otra manera distinta si se escucha en una velada de la Posada del Moro. No se va perder nada, porque le queda toda la vida por delante. Vida, vida y vida, lo que es ella. Un caudal de vida como el del Hueznar.
Volviendo al principio, si quieren saber de verdad lo que significa pergara, pasen unos días en Cazalla de la Sierra y pregunten por Candela. No tiene pérdida. Todo el mundo la conoce…
Lo cierto es que en las vacaciones del pasado verano aprendí muchas más cosas. Aprendí lo que son las ganas de vivir de una niña; aprendí a ver a mi amigo en su faceta blanda de padre, porque su hija hace con él casi lo que quiere; aprendí los recelos de una madre ante una respiración más fuerte que otra de su hija en cualquier madrugada del año; aprendí cómo toda la vida de dos adultos giraba alrededor del corazón de una niña.
Han pasado ya unos meses de aquello y ha llegado el momento de la verdad. Todo va bien en el instante que escribo estas líneas, quizás demasiado crípticas para cualquiera que las lea. No me importa que, en uno sólo de sus artículos, este blog sólo se dirija a una familia. No se lo debo pero sí se lo merecen. Y además me apetece hacerlo.
No sé por qué pero presiento que todo va a ir mejor, poco a poco, con las cuitas propias de estas cosas de los galenos. Es necesario que así sea. Como dice el refranero “sin pausa pero sin prisa”. El tiempo es lo único que en este instante le sobra a esta niña. Va a tener toda una vida por delante, una vida que también se me antoja intensa y esto no lo dudo, llena de la alegría de sus padres, de sus amigos y de su familia.
Una vida que transcurrirá a caballo desde el Aljarafe hasta la Sierra Norte de Sevilla. Creciendo al amparo del azofaifo, testigo mudo del patio de la casona de sus abuelos maternos. Y por qué no, creciendo también con cardenales en las rodillas cuando se tire en bicicleta por la empinada calle de la casa de sus abuelos paternos. Eso son cosas de chiquillos que tienen que pasar así. Le quedan, insisto, muchos desayunos en el “guarrito”, así como muchas huevas con mahonesa en los Melli, devociones a la Virgen del Monte y que aprenda, todavía no, sino con los años, que El Clavel es algo más que una flor y cómo el jazz suena de otra manera distinta si se escucha en una velada de la Posada del Moro. No se va perder nada, porque le queda toda la vida por delante. Vida, vida y vida, lo que es ella. Un caudal de vida como el del Hueznar.
Volviendo al principio, si quieren saber de verdad lo que significa pergara, pasen unos días en Cazalla de la Sierra y pregunten por Candela. No tiene pérdida. Todo el mundo la conoce…
2 comentarios:
Quiero sumar a tus palabras mi abrazo a esa familia que está ahora recogiendo lo que ha sembrado. Ni más ni menos. Su dolor (inimaginable, en cualquier caso, para los que no estamos en su pellejo) ha sido el dolor de muchos. Y su alegría es, y será también, la alegría de muchísima gente que, como yo, los quiere a rabiar.
Gracias por tu artículo lleno de sentimientos. Tus palabras sirven de aliento para muchos y de recuerdos (buenos o malos) para otros. Seguro que muchos visitaremos Cazalla de Sierra y tendremos presente este artículo.
Te hemos incorporado en nuestro listado de páginas interesantes que visitar. Si lo estimas oportuno puedes vincularnos a nosotros también.
Sólo buscamos una ciudad más justa para todos.
Una vez más, gracias por este artículo.
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