jueves, 26 de marzo de 2009

HENARES: ¡A LOS CABLES!

Quiero hoy dedicarle desde esta humilde bitácora, unas líneas a Enrique Henares, que en algo más de 48 horas tendrá que enfrentarse a un toro con cuernos afilados (con perdón del respetable).

He seguido sus intervenciones en los medios de comunicación e incluso he tenido, junto con un grupo de amigos, un encuentro con él, en el que hablamos de muchas cosas, pero fundamentalmente sobre capataces y costaleros. Por ello, titulo esta entrada, para hacerla más actual, no con un ¡Al cielo con Ella! sino más bien con este otro que, dada la polémica de las catenarias del Metrocentro, encaja hasta mejor.

Pero a lo que vamos, a Enrique Henares, al Pregonero con mayúscula.

De la noche en la que compartimos mesa y mantel, hubo un par de respuestas a un par de preguntas que se me ha quedaron grabadas. Alguien le dijo “¿hermanos costaleros o costaleros profesionales?” y él respondió “Costaleros”. Otro preguntó por “devoción” y él contestó que sí, pero que además “afición”.

Estas respuestas me han hecho reflexionar mucho y casi le he encontrado sentido (no lógica) a muchas cosas, e incluso a muchos sinsentidos. Ya habrá tiempo de seguir pensando en ello.

Pero Henares, en contra de lo que pueda parecer, no se queda sólo en el mundo del costal. Me han llamado la atención respuestas que ha dado y que he leído en torno a las ya mencionadas catenarias, la tradicional polémica surgida (un año más) con la Hermandad de la Resurrección o solapadamente lanzar un dardo al pintor que quiso cobrar por la realización del cartel del Semana Santa. Henares, contra quienes piensan que esto va a ser un pregón para la gente del costal, creo que domina todos los palos. Y al decir palo no me refiero a la trabajadera, que también me consta que la domina.

De todo lo visto y oído, se lleva la palma la siguiente respuesta dejada en el encuentro digital en el que intervino en Diario de Sevilla, concretamente el pasado martes. Aún lo pueden leer en el digital de ese medio. Aquí dejo pregunta y respuesta transcritas literalmente, ya saben, el socorrido copiar y pegar:

Fernando Pérez: Enrique buenos días solo desearte la mayor de las suertes en este día, supongo que ya sabes el cariño y el aprecio y teniendo por seguro que tu pregón no pasará desapercibido, te traslado esta pregunta. ¿Qué no has dicho en el pregón y te hubiese gustado decir?. Un abrazo de corazón

Pues no he dicho en el pregón alguna que otra cosa que creo que molestaría a la Semana Santa oficial, y fundamentalmente que entiendo que en nuestras corporaciones ha habido un bajón intelectual y de clase y que es preciso recuperar lo perdido.

Menos paso quiero. Tela del telón, que cada uno opine lo que entienda que debe opinar o que calle lo que deba de callar.

Por todo esto y por más que no cuento, que se haría muy largo, creo que este hombre se va a mojar el domingo. Ojalá no me equivoque.

Hoy, desde aquí, quiero decirle a Enrique que recuerde la promesa hecha, aquella en la que me comprometí que el primer aplauso que premie su voluntad pregonera se lo enviaré a su familia. Sus hijos y su mujer también se lo merecen. Y por supuesto desearle toda la suerte del mundo, aunque sé que la suerte es para los que no saben de algo.

Por tanto, Enrique Henares no la va a necesitar. Le basta con su palabra.

Que ya es mucho.




Que Dios te bendiga, Pregonero.



P.D. para su hijo: Quique, creo que esto se lo debía a tu padre, aunque también me apetecía mucho escribirlo. Ya tendremos tiempo de comentar. Enhorabuena anticipada por la parte que te corresponde.



Foto: Gentileza de “El Correo de Andalucía”

viernes, 20 de marzo de 2009

VAMOS A CONTAR MENTIRAS

Cuando el ex alcalde de Jerez de la Frontera Pedro Pacheco dijo aquello de que “la justicia es un cachondeo”, estaba realmente equivocado. Faltó el respeto a una institución como es el Poder Judicial y le costó caro aquella afirmación, como todos ustedes recordarán.

Lo cierto es que a día de hoy yo me atrevería a manifestar una frase casi parecida, a razón de lo visto y oído durante la semana: a la Justicia se le toma a cachondeo. No creo que por esto que digo ningún juez me procese. Y si es así, ya llamaré a un abogado.

Miguel Carcaño, presunto asesino de Marta del Castillo y todo el resto de compinches de la trama, se han tomado a la Justicia a cachondeo, a puro cachondeo como diría mi amiga Carmen Martín. Una cosa es que, ante las evidencias, el inculpado trate de defenderse dentro del marco del estado de derecho en el que vivimos, a fuerza de argumentos que puedan ser eximentes como la locura momentánea o los estupefacientes ingeridos con anterioridad y otra bien distinta son los cambios tan radicales en las declaraciones que se han producido en torno a este luctuoso suceso. Estos niñatos se toman la justicia a cachondeo y lo que es peor, la vida y los sentimientos de las personas.

He de reconocer que, en todo este proceso que he seguido con cierta inquietud, hubo un momento en el que llegué a pensar de Carcaño que era un pobre muchacho que había tenido una infancia difícil y nada feliz. Pero ahora, a decir verdad, me importa una mierda lo que le pudiera haber pasado en su infancia y lo único que espero es que nunca vea la luz del sol con la libertad que yo la veo. Porque se ha reído no solo de los que están más cerca de Marta y de su familia, sino de todos nosotros.

Hoy me viene en gana solicitar la firma de todos los ciudadanos/as para pedir que se realicen los cambios precisos en las leyes no para la instauración de la cadena perpetua, sino para que aquel que mienta de una manera tan soberana y grotesca ante la policía o ante un juez pague también por ello. Igual que creo que deberían de pagar por los gastos ocasionados en la búsqueda del cuerpo en el río, traduciendo euros por tiempo de privación de libertad. Porque a la policía científica, los buzos de la Guardia Civil, los operarios de Protección Civil, los técnicos del Puerto y a todos aquellos que se han jugado la vida durante tanto tiempo en las sucias aguas del río poca gracia le ha tenido que hacer este cambio tan radical en la investigación. Eso por no hablar como siempre de la familia, que sigue sufriendo sin poder cerrar definitivamente el caso y enterrar el cuerpo de Marta.

Qué quieren que les diga, pero ahora tampoco me creo la versión del contenedor. Entre otras cosas porque en la esquina de las calles Jorge de Montemayor y Leon XIII donde están situados esos contenedores hay un bar que he frecuentado alguna que otra vez (magníficos montaditos de filetitos de lomo y jamón de Jabugo de primera calidad) y que habitualmente tiene veladores en la puerta. Y porque la calle León XIII no es precisamente una calle abandonada y poco iluminada. Y porque el operario de Lipasam que volcó el contenedor hubiera descubierto el cuerpo. Y porque sacar un cuerpo y trasladarlo en bolsas de basura no es tarea que parezca fácil. Y porque los balcones y las ventanas de la calle no estarían todos cerrados a un mismo tiempo. Y porque la calle suele tener mucha circulación y sobre todo ese cruce, que viene de la calle Manzana junto al Hospital Virgen Macarena. Y por muchas otras cosas más. Pero sobre todo porque estos niñatos de mierda son unos embusteros como la copa de un pino y ni tienen vergüenza ni la han tenido nunca.

Voy a ver cómo lo digo para que no me salpique nada, pero -ojalá me equivoque- el cuerpo de la pobre Marta no va a aparecer nunca. Por más que el Gobierno -sobresaliente para Rubalcaba, López Garzón y Valdés- se empeñe en poner todos los medios que sean necesarios para su hallazgo. Pero después de saber que la mamá y la niña de Camas han ocultado la verdad durante tanto tiempo y se han paseado por las televisiones para sacar su minuto de gloria, mis pensamientos -malos pensamientos- se dirigen hacia toda esa familia, también hacia el marido y padre de estas dos mendas lerendas, alguien al que no le hemos visto la cara todavía…

Me he solidarizado desde este blog a partir del primer día con el dolor de la familia de Marta del Castillo. Y a día de hoy sigo estando con ellos quizás para siempre. Pero la distancia me hace ver las cosas, quizás, con una perspectiva distinta a la de ellos. La misma perspectiva que tienen seguro muchos de ustedes. Mucho me temo que Marta, nuestra Marta del Castillo, es hoy por hoy, sólo un recuerdo.




Un recuerdo que se me antoja traducir en cenizas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Y TODO POR UNA FOTO

Hoy hace 5 años de la mañana en la cual la muerte se paseó blandiendo su afilada guadaña por las vías del tren de la Capital de España. El día en el que Al Qaeda cobro su venganza anunciada por Osama Bin Laden, por nuestra participación (no colectiva, sino por la decisión de unos pocos) en la ofensiva conjunta con Estados Unidos y el Reino Unido en Afganistán e Irak.

Se trató del mayor atentado cometido en nuestro suelo hasta la fecha, con 10 explosiones casi simultáneas en cuatro trenes a la hora punta de la mañana (entre las 07.36 y las 07.40). Más tarde, tras un intento de desactivación, la policía detonó de forma controlada, dos artefactos que no habían estallado, así como desactivó un tercero que permitió, gracias a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores.

Fallecieron 191 personas, y 1.858 ciudadanos resultaron heridos, algunos con lesiones irreversibles hasta la fecha.

Los ataques se produjeron dos años y medio (911 días) después de los atentados del 11 de septiembre (9/11). Este hecho ha sido señalado por algunos como indicador de la responsabilidad yihadista, algo que a nuestros sesudos gobernantes del momento ni se les pasó por la cabeza.

Junto a todo esto, también fue el día del engaño colectivo, en el que un gobierno quiso secuestrar la verdad. Quizás sea el único día de mi vida en el que le presté atención y seriedad a unas palabras de Arnaldo Otegui, a muy temprana hora aún, cuando comenzaba a desmarcar (o a desmarcarse) de la autoría de ETA en el atentado. A todas luces, para muchos de los que contemplábamos la escena de lejos, vimos que aquello era mucho arroz para tan poco pollo, en relación a la posible autoría de ETA. Aunque también se nos pasó por la cabeza que se les hubiera ido un poco la mano. Y digo "se nos pasó", porque el 11-M tuve que hacer algo que nunca en mi vida profesional, hasta ese momento, había hecho: suspender una rueda de prensa-desayuno de trabajo por falta de periodistas asistentes. Y les digo que los ponentes eran los números 1 y 2 por Sevilla en la lista del Congreso de los Diputados del entonces primer partido de la oposición, para las elecciones del domingo. En lugar de la comparecencia, tomamos el desayuno -que no perdonamos- e hicimos un somero análisis de lo sucedido. Todos coincidimos: aquello no era obra de los terroristas vascos.

Si recuerdan, el ambiente en ese día y los posteriores hasta el domingo 14, domingo de elecciones, se le complicó al Gobierno de forma estrepitosa. La cadena SER, a la que estuve enganchado tdo el fin de semana, se adelantaba a las versiones oficiales del Ministro Acebes (no preguntemos cómo ni por qué), y poco a poco comenzaron a oírse advertencias del engaño al que estábamos sometidos. Porque de hecho el Ministerio del Interior hasta la misma tarde-noche del sábado 13, no comenzó a reconocer la participación y autoría islamista en los hechos, si bien la furgoneta con la cinta de audio con versículos del Corán se encontró en la misma mañana del jueves. Inexplicable. Tal como dice un simpático presentador de televisión, aquello era todo "muy desconcertante".

Creo que el 11-M dejó, a costa de una ristra de muertos y heidos de por vida, una lección a todos los políticos que no olvidarán nunca: la gente no es tonta y no se les engaña con tanta facilidad. La coyuntura era muy difícil, con un atentado a tan sólo dos días de unas elecciones generales. Y la postura del partido del Gobierno, el Partido Popular, era quizás la más difícil de todas: si mentían, la verdad les podía estallar en la cara, como así fue; y si decían la verdad, perdían las elecciones por el rechazo generalizado que se había producido en el país a nuestra participación en la guerra y la lógica deducción de que el atentado era la factura que había que pagar por la foto de las Azores.

Tampoco fueron de recibo aquellas manifestaciones "espontáneas" a las puertas de muchas sedes del PP. Como tampoco el vilipendio al que se vieron sometidos algunos miltantes de base de este partido, entre los que tengo a buenos amigos. A uno de ellos, en una casa de hermandad le llamaron "asesino" en su cara.

Mentir, como hizo el PP, no fue nunca bueno y menos a la opinión pública. Y reaccionar de manera violenta frente a la violencia tampoco. El terrorismo es siempre malo, venga de donde venga, lo practique quien lo practique: el norte o el oriente.

Ahora, al cabo de cinco años, me quedo con dos frases de aquellos días. La pronunciada por el entonces líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, que decía: "Creo que la inmensa mayoría de la sociedad lo que está es con las víctimas, con las familias y en contra de cualquier tipo de terrorismo" y la del entonces vicepresidente primero del Gobierno, Rodrigo Rato: "Contra el terrorismo. El terrorismo es todo igual". Mismo mensaje para dos conceptos completamente distintos de hacer política.



Claro que ninguno de los dos salía en la foto.