martes, 29 de enero de 2008

ALBERTO Y ASCEN: 10 AÑOS

Cuando llegué aquel viernes 30 de enero al trabajo, me abrió la puerta Juan Luis Manfredi, mi jefe y mi maestro. Serio, nunca estaba así. Algo pasaba.
- Te ha llamado tu mujer.
- Pero si acabo de dejarla en su trabajo, ¿qué querrá? - me pregunté en voz alta.
Manfredi se limitó a enseñarme la portada del ABC.
ETA había asesinado a Alberto Jiménez Becerril y a su mujer. A sangre fría, marca de la casa, con valentía por la espalda, con un tiro en la cabeza a cada uno.
Lógicamente, mi mujer me llamaba para decirme esto. Aquella mañana se nos habían pegado las sábanas y no hubo en casa tiempo para radio ni televisión y salir medianamente informados. Internet no existía aún en nuestro hogar. Tampoco hubiera servido de mucho, porque quien apremiaba aquella mañana era el reloj.
La noche antes estuvimos de copas. Jueves cultural, como le llamábamos en aquellos años. Fue casualidad que nuestros pasos no se hubieran encaminado hacia el Antigüedades y aquella zona, como en muchas ocasiones, porque según cuentan, allí estuvieron Alberto y Ascen antes de encontrarse con aquellos que dejarían huérfanos a sus tres hijos. Muchas veces los vimos allí, los saludamos allí, e incluso compartimos copas y amigos comunes.
La mañana del viernes 30 de enero de 1998, con la impresión en el alma por lo sucedido, acudí a una reunión que tenía programada en el departamento de comunicación de Caja San Fernando, en la plaza de San Francisco. Me impresionó el silencio sobrecogedor de la Plaza Nueva y sus aledaños, llenos de sevillanos. No se oía una mosca. Aún siento un escalofrío cuando recuerdo el sonido profundo de aquel silencio. ¡Qué impresión!
Un buen amigo, que ocupaba un puesto de alta responsabilidad en el Ayuntamiento en aquel tiempo, me ha contado en alguna ocasión lo que fue su vida durante aquellos dos días, casi sin salir de la Casa Grande. Yo sólo alcanzo a preguntarle: "Toni, ¿cómo lo resististe? No las horas de trabajo -esas las aguantamos todos- sino la presión de perder a alguien tan cercano en esas condiciones". Él no sabe responderme. Es tremendo.
Sea como fuere, aunque existan después de diez años diferencias entre Teresa, la hermana de Alberto y los políticos, su Fundación no funcione como los herederos quieran y muchas otras cosas más, lo cierto es que el terror, el miedo, el pánico y el dolor se adueñaron de la ciudad durante aquellos días. Han pasado diez años y, al menos yo, lo sigo recordando. Una ciudad que sabe guardar silencio cuando debe y que guarda silencio también cuando algo le asusta.




Y sin duda aquello daba miedo.

A Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, en el décimo aniversario del vil asesinato que acabó con sus vidas. Aún os recordamos.

7 comentarios:

bogar dijo...

Creo que a todos esa noticia nos heló el corazón,yo recuerdo perfectamente lo que estaba haciendo cuando me enteré de la noticia,pasa lo mismo que con el asesinato de Miguel Angel Blanco.Me da la impresión que la Fundación estaria mejor si no hubiera tantos politicos que lamentablemente,no estan a la altura de Alberto Jimenez Becerril.Saludos y gracias por mantener vivo el espiritu de la memoria

Er Tato dijo...

Por supuesto, me uno a tu recuerdo. Al observar la foto que encabeza tu artículo, uno piensa cómo es posible truncar en unos instantes el futuro de una familia. ¿De qué clase de maldad hay que alimentarse para tener las entrañas tan podridas?

Un abrazo

Reyes dijo...

Vaya mi aportación también. No diré nada porque todo está dicho, porque todos estuvimos y estamos con su familia desde aquel fatídico día.
Con lo que se me parte el alma es con sus tres hijos, eso es lo más duro, que te roben tu infancia, el amor de tus padres...

orfila dijo...

Muy bonito, muy sentidas tus palabras. Lo recuerdo. ¿Cómo no recordarlo? Lo crudo de esto es que el dinero público sigue financiando esta barbarie. Me da igual qué siglas sean las responsables. Nuestro dinero sigue llenando las arcas de los que los mataron, sin apretar el gatillo. Y de algunos más que 40 años después, siguen mostrándose ambiguos ante estos asesinos.

el aguaó dijo...

Triste, muy triste. Día de dolor en Sevilla. Poco más se puede decir, tan solo honrar su memoria con silencio, ese que tan bien has sabido describir.

Un fuerte abrazo querido amigo.

La gata Roma dijo...

Yo también lo recuerdo, aún estaba en el colegio, con falda de cuadros incluida. Nos disponíamos a celebrar el día de la Paz, que adquirió un color especial. Lo que hace que me revuelva por dentro es como algunos creen tener la exclusividad del dolor y politizan cosas como estas.
Un abrazo

Híspalis dijo...

Precioso homenaje...