lunes, 16 de febrero de 2009

¿REINSERCIÓN SOCIAL?

Del Diccionario de la Real Academia Española
Reinserción: f. Acción y efecto de reinsertar.
Reinsertar: tr. Volver a integrar en la sociedad a alguien que estaba condenado penalmente o marginado. U. t. c. prnl.



Que la cárcel es un lugar no para el castigo sino para la reinserción social es algo que, en pleno siglo XXI, cae por su propio peso.

Que la Justicia, a veces lenta, como tal está impartida por hombres y mujeres -con sus humanos errores y aciertos- es otra de las reglas del juego en el que todos estamos inmersos, por mucho que las decisiones de la judicatura nos produzcan en ocasiones ardor de estómago.

Que todos somos igual ante ella -que a todos nos trata por igual- y que las normas o leyes no discriminan a nadie es también algo que está bajo el techo en el que vivimos.

Y que las leyes están hechas por hombres supone, por tanto, que deben existir lagunas que se me antojan difíciles de llenar con la letra escrita, porque cada caso, cada momento y cada persona es un mundo y todos deben regirse por normas comunes.

Me encantaría poder escribir desde la perspectiva legal y dejando aquí una lección de derecho digna de cualquier catedrático universitario. Pero, lamentablemente, solo tengo la licenciatura -ni tan siquiera el doctorado- en la carrera del Sentido Común y meterme en un jardín jurídico del que no sé salir puede ser peligroso. Sigo escribiendo a costa de que sé que lo que va a seguir saliendo de mis dedos puede no ser todo lo justo u objetivo que debiera. Pero al menos es lo que sale de mí. El sentido común que a veces puede ser el menos común de los sentidos.

Pienso en Marta del Castillo cada vez que siento sobrevolar el helicóptero por encima de mi lugar de trabajo, a un tiro de piedra del Charco de la Pava. Así llevamos todo el lunes. Y pienso en estos días, sobre todo en estos dos últimos, si Marta del Castillo tuviera otro apellido, no ya el de mi familia, sino el de cualquiera de mis amigos que tienen hijos de esa edad, esos niños que conozco casi desde que nacieron. Y el cuerpo me produce un escalofrío.

Un individuo que comete un crimen como el que todos tenemos estos días en la cabeza; que se deshace del cuerpo con total impunidad; que mantiene una escalofriante frialdad durante 21 días; que destroza una vida que comenzaba a casi caminar sola; que marca para siempre -sí, para siempre- a una familia, a un barrio, a una ciudad… Un individuo que no aprecia a la vida, ni la suya ni la de los demás, que no le da sentido a lo que es la VIDA y la MUERTE, que con sólo 20 años -sí, sólo 20 años- es capaz de todo esto, no puede por más que lo intente, volver a vivir en paz, ni con él ni con nosotros. Para él, el concepto reinserción social no puede ni debe existir. Hay mucho daño, odio, resentimiento, dolor… ha provocado tanto sin que nadie se lo pidiera…

“De este individuo yo no me voy a quedar con que es un desgraciado que no ha tenido una familia normal, no señor, este individuo es un asesino”, me decía alguien esta mañana a través del e-mail. Y créanme si les digo que la autora de esta afirmación está lejos de cualquier duda en cuanto a su moralidad. Es tan solo es una madre, joven y que tiene los pies en el suelo.

Nadie me escuchará pedir la pena de muerte nunca, porque ningún hombre puede disponer de la vida de otro y porque así nos igualaríamos a estas alimañas humanas. Pero Miguel C. D. y los que son como él y han actuado con él no pueden vivir NUNCA MÁS entre nosotros. Sí, lo siento por decirlo con esta dureza, pero este tipo de personas están “averiadas” y no pueden convivir con los que, de algún u otro modo, funcionamos correctamente. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero todos sabemos los pasos que a este tremendo sucedo le quedan por dar: hallazgo del cadáver, autopsia, determinación de la muerte, juicio, exámenes psicológico y psiquiátricos de los imputados, condenas…

…y buena conducta en la cárcel del asesino, que a los ocho-diez años puede estar en la calle.

Sabemos que esto es así, que de una condena de 30 años de reclusión, este individuo podrá llegar a cumplir no más de diez. ¿Se imaginan a este tipo, con lo que es ya, con solo diez años más de edad encima -más joven que lo que yo soy ahora- y con la experiencia de diez años en el talego? No me hablen de reinserción, por favor. Dentro de diez años este tipo es una bomba de relojería suelta por la calle.

Por eso, una vez más -ya es la segunda vez que lo pido desde este blog- las condenas en las que exista la sangre de por medio deben cumplirse de forma íntegra. Los veinte años de edad de este individuo ya son todos los que tenía que haber vivido en libertad. Si la justicia le condena a 30 años de reclusión, pues que salga a la calle con el medio siglo, que entonces es posible que tenga la cabeza asentada. Pero nunca antes.

No quiero que tipos como estos anden por la calle, por las mismas calles que andan los que llevan el mismo apellido que yo; por las mismas calles que andan los hijos de mis amigos; por las mismas calles que andan la gente a la que quiero; por las mismas calles que andará mi hija…




…por las mismas calles por las que andan tantas y tantas martas del castillo a las que no conozco ni conoceré nunca.

5 comentarios:

Er Tato dijo...

Como estamos en crisis y, casualmente, acabo de escribir un comentario en otro blog que dice lo mismo que pretendía decir en el tuyo, lo copio y lo pego, que para eso es mío. Espero que no te moleste el reciclaje.

Cuando nuestra Constitución dice que las penas privativas de libertad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social, no quiere decir que ése sea su fin último, como algunos pretenden. Cuando el Estado decide que alguien debe ir a la cárcel, lo hace para proteger a la sociedad y para enviar señales inequívocas a los delincuentes. Y si puede hacerlo recuperándolo después para la convivencia, miel sobre hojuelas, pero no debiéramos poner el carro delante de los caballos.

Yo soy contrario a la pena de muerte, pero favorable a la cadena perpetua con posibilidades de moderación de la pena en función de la trayectoria del delincuente.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Creo que sería más eficaz centrarse también en la cadena de funcionarios (psicólogos, jueces, etc) responsables de una excarcelación prematura, haciéndoles responsables PENALES de todo lo que pudiera pasar. Se lo pensarían dos y mil veces.

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

Clamamos ¡justicia! para que no vuelvan a suceder más casos como este...lamentablemente es clamar en un desierto. Un abrazo

J. Alonso dijo...

Creo que las penas han de ser cumplidas en su totalidad, porque de lo contrario, qué función cumple el imponerlas en el grado en que se imponen? Las buenas conductas hay que tenerlas en el día a día, no cuando ya se ha cometido un daño irreparable.

NICODEMO dijo...

Cumplimiento íntegro. De eso no hay duda. Para el autor y sus compinches, que me parecen ser incluso peores. A la cárcel se va a pagar las penas. La reinserción se puede dar con terapias, con psicólogos, con ayuda,... para otro tipo de delitos. Para ésto, cárcel sin reducción de pena.
Siento volver a entrar en su casa con estos temas.
Un saludo